martes, 1 de septiembre de 2009

EL CALOR Y LA HUMEDAD MEJORAN LA CIRCULACIÓN SANGUÍNEA



El calor y la humedad mejoran la circulación sanguínea, ayudan a limpiar las vías respiratorias y relajan. Pero no tiene los efectos deseados en la piel y su uso no está indicado para enfermos cardiovasculares.
Nació para combatir el frío finlandés hace más de dos mil años. Hoy, descubiertas otras técnicas igual o más efectivas para «entrar en calor», las saunas han dado un giro en su función y en la actualidad han sido captadas por el fenómeno «Wellness», un nuevo concepto que integra todos los servicios necesarios para alcanzar el bienestar y la relajación que nos roba el estrés diario.
Porque «a malos humores, buenos sudores». Tal es el fervor que despiertan estas cabinas en su país de origen, que en las montañas finlandesas se encuentra la primera instalada en un teleférico del mundo. Es de madera y lleva en unos 15 minutos a los pasajeros a lo alto de la estación de esquí con vistas a las montañas. Está provista de electricidad y puede alquilarse de forma privada y por horas. Muchos son los beneficios que prometen estos recintos mientras desprenden vapor, como activar la circulación sanguínea, liberar toxinas, relajar el cuerpo, desintoxicar la piel y limpiar las vías respiratorias...
De ahí que se ganara el apelativo de «farmacia del hombre pobre». No obstante, los expertos afirman que, ni son tantos como prometen las casas que las ofertan, ni todo el mundo puede, o mejor dicho, debe utilizarlas de forma habitual. Es el caso de las personas que padecen determinadas dolencias cardiovasculares. Javier Escaned, cardiólogo del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, explica que «gran parte del beneficio que aportan estos centros radica en el gran cambio de temperatura que se produce al pasar del calor elevado al frío de la ducha o baño posterior. Y precisamente este contraste tan brusco es uno de los estímulos más fuertes para aumentar la tensión arterial.
Es decir, de la vasodilatación que genera el calor, se pasa muy rápidamente a la vasoconstricción con el frío, lo que puede generar problemas en pacientes con trastornos cardiovasculares, aquellos que han sufrido un ictus o que padecen serios daños vasculares, (inflamaciones venosas agudas), por lo que se desaconseja el uso habitual de las saunas». En general, apunta Escaned, «las situaciones extremas deben evitarse en cualquiera de los casos, por ejemplo, en el de un paciente que sufre una alteración cardíaca. Éste puede acudir a uno de estos centros, pero deberá suavizar los tiempos de exposición. Esto es, deberá hacerlo con transiciones suaves, pasando primero por un baño templado e ir ascendiendo o descendiendo los grados despacio. «En principio, en los pacientes hipertensos no está contraindicado, siempre y cuando tengan cuidado y cumplan con estas pautas», apunta Escaned. Dos son los tipos de saunas que oferta el mercado. La seca o finlandesa, y la húmeda, más conocida como baño turco o «hamam». En la primera, la temperatura puede oscilar entre los 70ºC- 80ºC, con una humedad relativa que no supera el 20 por ciento, mientras que en el baño turco el calor no supera los 50ºC o 60ºC y la humedad es mucho mayor, en torno al 90 por ciento.


Esto hace que, en contra de lo que pueda parecer, en éste último se sude menos que en la sauna. El funcionamiento natural del cuerpo se encarga de todo. Cuando la temperatura externa supera a la del cuerpo, el organismo suda con el fin de compensar, al evaporarse ese sudor el calor se dispersa y, por tanto, refrigera el organismo. Si la humedad del ambiente, (como en el caso del baño turco), recubre toda la piel, no se suda porque el vapor de agua hace la función de dispersión del calor. Para respirar mejor Con o sin sudor, los beneficios del baño turco repercuten especialmente en los enfermos pulmonares gracias, precisamente al elevado grado de humedad. En definitiva, supone una limpieza de las vías respiratorias en toda regla. Como indica Nicolás González, jefe del Servicio de Neumología de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, «el moco es un mecanismo de defensa, ya que arrastra la suciedad que penetra por las fosas nasales.

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